Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra.
Gabriel García Márquez

martes, 12 de octubre de 2010

“Pintura y Escultura, (…) son niños abandonados. Su madre ha muerto, su madre Arquitectura”. Paul Valery

Atravesamos el umbral del museo, y enseguida observamos obras de arte en cualquier dirección. Pero no son obras de arte con mayúsculas, son simple forma, cuerpo, han sido deshumanizadas, han perdido su alma al ser arrancadas del lugar para el que fueron creadas y al cual complementan y el cual las complementa. Ese lugar les proporciona un quién, un cómo, un cuándo, y sobre todo un porqué de su existencia. El museo las convierte en simple recuerdo de lo que un día fueron, en cuerpos amontonados en salas, como un cementerio ordena a sus difuntos.

Nos sentimos sobrecogidos, todo lo bello creado por nuestros ancestros está ante nosotros, pero nosotros no nos deleitamos con esa belleza, ¿por qué? Quizás por el escaso tiempo del que disponemos en una sociedad que siempre tiene prisa; o quizá porque nunca estamos solos, nunca podemos ver la obra como nos gustaría; o quizá porque no somos capaces de saber a donde mirar, y que buscar, todo está ahí y a la vez nada está; quizá porque el museo ahora es una empresa; quizá porque solo vemos cuerpos sin vida; quizá,….

Sin embargo, es un hecho, a pesar de lo anterior que los museos no pueden desaparecer, son en el fondo un mal necesario para la conservación de todas aquellas piezas huérfanas. Si lo pensamos fríamente esa es la función de los camposantos, un lugar al que ir a orar por los que se han ido y en el que no disfrutamos. Por ello nos preguntamos ¿Por qué vamos al museo?, "¿a qué hemos venido?, ¿a adquirir cultura, a disfrutar o a cumplir un deber y
respetar una convención?"
(T.W. Adorno)