martes, 30 de marzo de 2010
Te entiendo. No te entiendo.
Me cuantas que has salidos corriendo. Salgo corriendo.
Son las 12.
No te entiendo. No me entiendo.
Son las 6.
¿Porque salimos corriendo al recibir la llamada con tanto miedo esperada, esa que nos pondrá a prueba y esa ante la que sabemos que seremos incapaces de decir que no, darnos la vuelta y seguir?
¿Porque conseguimos no salir corriendo al recibir la llamada con tanto miedo esperada, esa que ya no cogeremos más esperando que deje de sonar?
Son las 12.
Te entiendo. No te entiendo.
Son las 6.
¿Porque mandamos ese primer mensaje, haciendo a nuestro cuerpo dividirse entre el deseo o el rechazo?
¿Porque conseguimos no mandar ese primer mensaje, haciendo a nuestro cuerpo dividirse entre el deseo o el rechazo?
Son las 12.
Te entiendo. No te entiendo.
Son las 6
¿Porque corremos a su lado sabiendo que no será para siempre, sabiendo que el te quiero será para otro?
¿Porque un día ya no corremos a su lado a pesar de saber que si lo queremos?
Son las 12.
Te entiendo. No te entiendo.
Son las 6.
¿Porque las torres más altas caemos, olvidando todo aquello que fuimos? ¿Porque tu, que eras la torre más alta has caído, olvidando lo que fuiste?
¿Porque las torres más altas nos levantamos, fingiendo olvidar todo lo que fue? ¿Porque tu, que eras la torre más alta has caído y no puedes levantarte?
Son las 12.
Te entiendo. No te entiendo.
miércoles, 24 de marzo de 2010
Triste porque aun no ha pasado si quiera un año....
Sólo eso resumía lo que yo necesitaba para la felicidad
"Hace 10 años" Marwan
domingo, 7 de junio de 2009
Ni contigo ni sin ti
Padecer o por contra ser cruel
el martirio de escoger.
Comulgar con lo poco que das
encadenarme o escapar.
Tiemblo como una loba herida
agonizo contra la pared.
Atrapada en calles sin salida vivo acorralada
obligada a enloquecer.
Para no sufrir ni contigo, ni sin ti
volveré a juntar lo extremos
aún teniendo que fingir
Ni adelante ni hacia atrás
aunque vuelva a tropezar.
Si querer es poder
y yo quiero aprender a vivir
ni contigo, ni sin ti.
Defenderme o tratar de vencer
ser verdugo ser rehén.
Acabar sin sentirme capaz
de imponer mi autoridad.
Desarmando malos pensamientos
se me para el pulso otra vez.
Puede que me quede sin aliento
en la encrucijada de envenenarme o no beber.
Para no sufrir ni contigo, ni sin ti
volveré a juntar lo extremos
aún teniendo que fingir.
Ni adelante ni hacia atrás
aunque vuelva a tropezar.
Si querer es poder
y yo quiero aprender a vivir
ni contigo, ni sin ti.
Dos desconocidos frente aun abismo...
He pensado en saltar y no dejarme empujar.
Para no sufrir ni contigo, ni sin ti,
volveré a juntar lo extremos
aún teniendo que fingir
Ni adelante ni hacia atrás
aunque vuelva a tropezar.
Si querer es poder
y yo quiero aprender a vivir
ni contigo, ni sin ti.
domingo, 3 de mayo de 2009
Un brindis al fútbol
Al del Barça, claro, que desplegó en Chamartín, imponente museo futbolístico donde tantos tiritan, todos sus violines. El fútbol convertido en arte, pura orfebrería. No sólo fue la certificación del angelical método azulgrana. Del Barça, que se obliga a sí mismo en el juego y en el resultado, no se esperaba un simple triunfo, sino que sellara su estilo ante un duelo de máxima exigencia. Y la respuesta barcelonista fue intachable. Guardiola no se guardó nada, alistó a los mejores y el equipo no se confundió con el imprevisto gol inicial de Higuaín. Reaccionó con ese aire poético que le distingue. No sólo retorció el marcador, sino que contribuyó a la evangelización que merece Casillas. Rebajó de tal forma al Madrid que el impetuoso aspirante quedó reducido a un rutinario telonero. El conjunto de Juande no pudo camuflarse con el resultado y al equipo se le vieron todas las costuras. Nada que reprocharse ante un adversario capaz de convertir el fútbol en un paraíso.
Frente al juego de sacamuelas y tono épico de los madridistas, el Barça resultó sinfónico. Se puso de etiqueta, bailó en Chamartín y laminó el safari madridista de los últimos 17 partidos. Uno y otro expusieron su versión más real. El equipo de Guardiola, el más operístico de la temporada, debía mostrar su carácter competitivo ante una situación casi extrema. Del Madrid, que a toque de tambor había mantenido la Liga en vilo con un espíritu conmovedor, se intuía un arrebato definitivo. No hubo debate: el Barça fue mejor en todo, en lo fino, en lo grueso. El Madrid no tuvo respuesta, no le llegó el sudor que le había hecho soñar con el título. El Barça resultó de otro planeta, condujo a la rendición al irreducible Madrid de Juande.
Si hubo más emoción de la cuenta fue por la divinidad de Casillas, junto a Raúl y el ausente Guti la única coartada étnica del madridismo. Enfrente, Xavi, padre junto a Guardiola de la admirable y productiva ingeniería genética azulgrana, manejó el encuentro con su toque homérico. A cada azote del Madrid, que hizo pagar las únicas debilidades barcelonistas -la poca chicha de Abidal ante Robben y el peaje de Puyol, demasiado disperso en el eje defensivo-, respondió Xavi, jugador con más jerarquía que focos. Xavi, en plenitud, es un homenaje al fútbol. A todos los sistemas: el que premia al alquimista que advierte el pase que nadie ve o el pícaro que con cuerpo de ratón es capaz, por su apego a la pelota, de rescatarla ante espartanos como Lass. Como intérprete activó a Puyol en el 1-2; como amante del balón, citó a Messi con Casillas en el 1-3 tras birlarle el sustento al segundo Diarrà; animó a Henry en el 2-4, e hizo otro guiño a Messi en el 2-5. Desde Cruyff en 1974 -guionista de otra inolvidable noche del Barça en el Bernabéu con aquel 0-5- no ha habido un solista azulgrana semejante en el Bernabéu. Hubo un día en el que Ronaldinho fue Ronaldinho; anoche, Xavi fue todo un equipo. Al Barça le bastó con su senado, las picaduras de Messi y Henry, y un novel camino de la posteridad: Piqué, la mejor noticia para el fútbol español en lo que va de temporada. Sobrio, concentrado, adulto, con recursos para el quite y la salida, y hasta con gol. Con Xavi al compás y la extraordinaria solemnidad de Piqué, Messi puso la puntilla a ese Madrid babélico tuneado por Juande en los últimos meses. Salvo frente al Liverpool y el Barça, la clase alta del fútbol europeo. El conjunto azulgrana es de otro reino. Por mucho que se rebobine no hay rastro de un equipo que haya jugado tantos buenos partidos en una misma temporada, y sin descartar ningún reto. Filias y fobias aparte, este Barça es un lujo para el fútbol. Con 2-5, cualquiera estaría de rondito a la espera de que bajara el telón. Este Barça, no. Con 2-5, Piqué, un central, llegó al gol en el 2-6. El cuadro azulgrana ni siquiera precisó de la mejor versión de Eto'o, alejado a una orilla para que Messi retratara a los centrales blancos. Lo mismo dio. El Madrid fue un títere a los pies de un equipo de trazo celestial, ancho, profundo, arabesco, sabio y firme. Salvo el arranque de Robben, no hubo madridista que ganara su duelo: sin pistas de Raúl; Ramos se quedó en tanga ante Henry; Gago y Lass debieron sacar a hombros a Xavi; Marcelo fue el Marcelo que llegó... Así, uno tras otro. Jamás en la historia hubo recital azulgrana similar en el Bernabéu, silencioso ante los versos azulgrana.
Habrá un antes y un después de semejante gala. Habrá un antes y un después de Pep Guardiola, guardián de un santoral que recibió de Johan Cruyff y que lleva camino de purificar aún más. Pep, muy por encima de ese estreñimiento dialéctico que a veces prevalece en el fútbol, ha desmentido a esos paniaguados que le esperaban con el garrote, incapaces de perdonar su verbo mesurado, su buen gusto y discreción. Hasta el punto de liderar la segunda mayor goleada encajada por el Madrid en su feudo: la primera correspondió al Athletic.
Con Pep al frente, el Barça despejó cualquier discusión. Los puntos y los goles distinguen a este Barça; los adjetivos inundan sus crónicas. Llegado el día clave, el Madrid, sometido de principio a fin, cayó en la orilla. Su esmero merece un titular. Lo del Barça en Chamartín, lo del Barça en toda la temporada, quedará como un incunable en la bibliografía del fútbol español. Y del transfronterizo, donde España, con el modelo azulgrana, también marca tendencias. En definitiva, el Barça hizo doblete: ganó y deleitó, porque de él se esperan ambas cosas. Tan imponente es su obra que no caben éxitos mundanos. Otro mérito de Guardiola, decidido a pilotar a su grupo hacia la trinidad final. Sólo la fabulación ya merece un homenaje póstumo. El señorío obliga: el Madrid jamás olvidará a este Barça tan lírico.
JOSÉ SÁMANO, El País.
jueves, 12 de marzo de 2009
Porque no estamos solos.....
Declaración de profesores e investigadores universitarios sobre la huelga convocada para el día 12 de marzo por el movimiento estudiantil contrario a la actual reforma universitaria (Plan Bolonia)
Quienes firmamos este escrito, todos profesores e investigadores universitarios, declaramos, en primer lugar, que nos ha decidido a redactarlo y a hacerlo público el espectáculo bochornoso de la respuesta institucional a los estudiantes contrarios a los principios y al modo de implantación de la actual reforma universitaria. No es difícil pronosticar en qué quedará el desigual pulso entre, por un lado, universitarios que piden el aplazamiento de la puesta en marcha de dicha reforma hasta que una verdadera discusión pública haya esclarecido su sentido general y su contenido preciso y, por otro, el poderoso complejo gubernativo-gerencial-mediático responsable de la reforma misma y del diseño y ejecución de la actual campaña de “información” sobre el denominado plan Bolonia.
Pero la sociedad española debe saber que, lejos de tratarse de energúmenos antisistema o desinformados adolescentes, los estudiantes del llamado “movimiento anti-Bolonia” son, en este momento, los únicos miembros de la comunidad universitaria que están teniendo la lucidez, la responsabilidad, el coraje y la generosidad suficientes para defender inflexiblemente, contra su sustitución por una cosa bien distinta, el concepto mismo y las condiciones de existencia de un verdadero sistema de enseñanza superior. Los únicos interesados, al parecer, en la supervivencia y ratificación de una institución que conserve de “Universidad” algo más que el nombre y que permanezca ligada a los ideales de la Ilustración por algo distinto de la propaganda. Lo hacen en un país y en un mundo que se muestra incapaz de entender y respetar una actividad como el estudio, en un país y en un mundo que desprecia la idea misma de una búsqueda desinteresada de la verdad, que ignora, en general, todo lo que una larga tradición llamó teoría, y que apela al “interés de la sociedad” para socavar las bases humanistas y los logros institucionales del concepto político de igualdad.
La sociedad española debe saber que somos muchos los profesores e investigadores que, quizá no tan generosos, quizá no tan valientes, y desde luego mucho menos eficaces que estos estudiantes, suscribimos plenamente sus planteamientos. Es más que probable que sean derrotados en su esfuerzo por conservar el tesoro de independencia científica y de libertad académica que todavía connota la palabra “Universidad”, que el estruendo y los publi-reportajes diseñados para desactivarla distorsionen lo más hondo de la exigencia de estos muchachos: la exigencia de que no desaparezca de su país el lugar y la promesa de una posibilidad de vida seria, regida por el amor al saber y a la realidad. Esa promesa nos encaminó a la Universidad cuando éramos estudiantes: reconocíamos en ella el lugar que guardaba la libertad para la verdad como su esencia más propia, el fin del colegio y los tutores, la oportunidad también para nosotros de convivir, como adultos, con hombres sabios que no tenían otro interés que la investigación de las cosas del mundo, por ellas mismas, por amor del conocimiento.
Por eso, si los estudiantes son derrotados en su defensa de la Universidad pública quisiéramos que se nos considerara derrotados con ellos. Y por esta misma razón, nos sumamos a la llamada que hacen a la comunidad universitaria, y pedimos apoyo a la huelga y manifestación del 12 de marzo en defensa de la Universidad pública.
http://fs-morente.filos.ucm.es/declaracion/inicio.htm
sábado, 27 de septiembre de 2008
Lágrimas por la fallida Revolución del Azafrán

Salieron a la calle, se enfrentaron a la Junta y desafiaron el miedo que les había paralizado durante décadas. La Revolución del Azafrán, sin embargo, estaba condenada a no serlo.
Los primeros días de manifestaciones pasaron desapercibidos para el mundo durante el mes de agosto y gran parte de septiembre de 2007. Unos cuantos monjes protestando contra el mayor y más brutal Ejército del sureste asiático, ¿qué podían hacer?
Pedí un visado en la embajada birmana por si acaso, convencido de que no me lo darían. Pero mientras uno a uno mis colegas eran rechazados en la ventanilla consular birmana en Bangkok, el funcionario de turno me devolvió el pasaporte con un visado de entrada. Tuve que mirarlo varias veces para asegurarme de que no se trataba de un error.
Un taxi aguardaba en la puerta con mi equipaje, sorteamos los interminables atascos de Bangkok y llegué justo a tiempo de coger el último vuelo del día a Rangún. Mientras volaba, los soldados habían iniciado la represión y los primeros cuerpos tiroteados yacían en las calles.
Atrás habían quedado dos décadas de terror, desde que en 1988 la Junta militar había aplastado el anterior intento de liberación de los birmanos con la masacre de cientos de estudiantes, cerrando el país, arruinando su economía y vetando la educación de las nuevas generaciones (las universidades fueron cerradas).
Armados sin nada más que el coraje
No reconocí a la Birmania a la que regresaba. La gente te recibía en las calles entre vítores, insultaba abiertamente a los generales y portaba fotografías de Aung San, el héroe de la independencia nacional y padre de la líder de la oposición Aung San Suu Kyi. Y el miedo, pensé, ¿qué había sido de él?
Armados sin nada más que el coraje, con la paciencia agotada y la sensación de no tener mucho más que perder después de haber sido sumidos en la pobreza por una camarilla de líderes ineptos y corruptos, los birmanos marchaban por las calles, rezaban ante sus pagodas y seguían con fidelidad ciega a sus monjes.
Ellos eran, a sus ojos, la única autoridad moral que podía hacer frente a la fuerza de las armas.
A la mañana siguiente, el 27 de septiembre, escuché desde la habitación del Hotel Traders unos cánticos casi inaudibles. Me asomé a la ventana y vi a un pequeño grupo de manifestantes frente a la Pagoda Sule. Cuando bajé a su encuentro ya eran varias docenas, después cientos y una hora después varios millares.
Se sentaron frente a los soldados y empezaron a cantar lemas budistas, llamadas a la compasión y anhelos de libertad. Se podría haber encontrado un espíritu más agresivo en las gradas de un estadio de fútbol. Y, sin embargo, era así como los birmanos querían cambiar la historia de su país: la suya iba a ser una revolución pacífica o no lo sería.
Varios camiones cargados de soldados atravesaron la avenida de la Pagoda Sule hasta situarse en cabeza de los manifestantes. Se bajaron y sin previo aviso empezaron a disparar. Al principio pensé que los soldados utilizaban gases lacrimógenos y balas de fogueo.
Aún conociendo la brutalidad del régimen, no podía entender que fueran a masacrar a su propia gente de aquella forma. No corrí hasta que vi a los primeros heridos de bala, su pecho ensangrentado y su mirada de incomprensión mientras sus amigos cargaban con ellos, tratando de ponerlos a salvo.
Los manifestantes corrían en todas direcciones. Yo lo hice por el lateral de la derecha, donde se encuentra el Hotel Traders. El fotógrafo japonés Kenji Nagai lo hizo por la izquierda, donde la muchedumbre se atropellaba en su huida y hacía imposible correr suficientemente rápido.
Cayó al suelo, trató de protegerse con su cámara o quizá tomar una última imagen de su verdugo-, el soldado apuntó con su fusil y disparó a bocajarro. Murió al instante.
No había duda: el Ejército estaba dispuesto a bañar las calles de sangre antes que perder el poder. No importaba cuántos inocentes tuviera que matar. 100, 200, 10.000... Nadie sabe cuántos fueron finalmente. No fueron los miles que anunciaban algunos grupos birmanos ni las decenas que admitió el Gobierno.
Probablemente varios cientos. Imposible saberlo porque muchas familias nunca reclamaron los cuerpos de sus hijos por miedo.
'¿No ven que estamos solos?'
Las redadas y ejecuciones se repitieron por toda la ciudad. Seguí marchando con los manifestantes, una masa cada vez menos numerosa de gente que corría, gritaba y se escondía, en escaramuzas que se alargaron toda la tarde. Llevaban pancartas improvisadas en las que insistían en que la suya sería una revolución pacífica.
Cantaban. Lloraban. Las revueltas siguieron algunos días, pero la revolución había muerto en las dos jornadas de cristales rotos del 26 y 27 de septiembre. El miedo se había vuelto a abrir paso en Birmania. Una vez más, a tiros.
"¿Por qué no viene nadie a ayudarnos?", decían los últimos manifestantes, tratando de reavivar su sueño de libertad, conscientes de que se escapaba la oportunidad.
"¿No ven que estamos solos?", preguntaban entre carrera y carrera para salvar la vida. ¿Qué decirles? ¿Que a ninguno de los que podían hacer algo les importaba lo que les ocurriera, ni en Washington ni en Pekín ni en la vecina Bangkok?
¿Qué su Revolución del Azafrán sería pronto olvidada y que la Junta había vuelto a ganar? ¿Qué su revolución había estado destinada, desde el principio, a no serlo?
domingo, 14 de septiembre de 2008
Sueños rotos, como los mios y los tuyos....
vive una dama de poncho rojo,
Mestiza ardiente de lengua libre,
Por el bulevar de los sueños rotos
y hay un tequila por cada duda.
Se escapó de cárcel de amor,
Por el bulevar de los sueños rotos
Por el bulevar de los sueños rotos